Kiputron: Talentosos Peruanos Expertos en Electrónica y Sistemas

By | octubre 4, 2016

El día viernes por la mañana tuve un problema con la computadora. El disco duro del sistema estaba muerto. Simplemente la BIOS no lo detectaba. Decidí revisar físicamente el disco duro y me di con la sorpresa de que estaba completamente enterrado, lleno de polvo, trozos de tierra por montones. Es que últimamente he estado ocupado y olvidaba hacerle una limpieza de mantenimiento a la computadora. Así que decidí quitar toda esa tierra que estaba pegada a los circuitos de la placa lógica del disco duro.

Luego de terminar con la labor de limpieza, me dispuse a conectarlo y a prender la computadora. Un segundo luego de presionar el botón de encendido, pude observar cómo el disco duro se convertía en una especie de velita misionera, aquellas que uno pone a los pies del santo de su devoción cuando va a misa a rezar, pero en este caso la sensación no era la misma. En lugar de paz y tranquilidad, sentí como si me estuviera cayendo a un abismo, aunque tampoco niego el hecho de que me pareció gracioso ver encenderse así a un disco duro.

En cualquier otra situación lo hubiera dado por muerto, ya que mis archivos más importantes estaban a salvo en un disco duro externo. Pero resulta que mi esposa había dejado unos archivos importantes en él y de eso no teníamos copia de seguridad. Así que tenía que buscar la forma de volver a dejar operativo el disco duro. Felizmente solo se trataba de una avería electrónica, ya que claramente se veía un microchip quemado en la placa lógica del disco duro. Y la verdad es que yo pensaba que reemplazar aquel microchip no sería posible de hacer a mano o con la tecnología que pudiera encontrar en el Perú, y la única alternativa que se me ocurría era conseguir una placa lógica de repuesto.

Pensando en solucionar el problema con mis propias manos, me dispuse a buscar un modelo de disco duro que sea idéntico al que se quemó. De modo que pudiera utilizar la placa lógica del nuevo disco para extraer la información del averiado. Y una vez extraída la información, solo tendría que desechar el antiguo y empezar a utilizar el nuevo.

Así que nos dirigimos a las famosas galerías de Wilson en busca de un disco duro que tenga las mismas características que el que se quemó. Recorrimos casi todas las tiendas y ninguna tenía el mismo modelo. Lo que sucede es que cada año los modelos de los discos cambian a pesar de tener la misma marca y capacidad. En este caso se trataba de buscar un disco duro cuya placa lógica sea de la misma marca, para la misma capacidad de disco y además tenía que tener el mismo firmware (cosa que sería más difícil que encontrar una aguja en un pajar). De todos modos, en el sótano habían puestos que daban el servicio de reparación de discos duros, pero cuando les preguntaba si los reparaban allí mismo, me decían que no, que tenía que dejar el disco ya que el trabajo lo hacían en otro lugar y eso iba a demorar. Así que las galerías de Wilson dejaron de ser una opción.

Con todo esto nos decidimos a buscar la placa lógica en Paruro, que es una calle en el centro de Lima en donde hay varias tiendas que se especializan en reparación de aparatos electrónicos, así que probablemente con un poco de suerte podríamos encontrar una solución allá.

Llegando a Paruro preguntamos por dónde reparaban computadoras y nos dieron como referencia el jirón Leticia, que está casi al final de la calle Paruro. Así que fuimos a buscar si es que alguien podría tener un repuesto para la tarjeta lógica del disco duro quemado. Fuimos de puesto en puesto pero nadie parecía tener una placa lógica para el disco, hasta que llegamos donde un señor que revisó el disco duro, lo vio con detenimiento y enseguida le dijo a la joven que trabaja para él, que se lo lleve a William que él lo vea y que lo revise. Así que entusiasmados por haber encontrado una esperanza para salvar el disco, seguimos a la joven hasta una pequeña galería a dos puertas de la tienda.

Allí vimos a tres jóvenes en un pequeño taller, completamente abarrotados de partes y piezas de computadoras, con unas torres de discos duros y cajas llenas de placas madre, con sus soldadores de circuitos, sus lupas y sopladores. No se trataba de un taller de alta tecnología, era más bien algo pequeño. Habían clientes antes que nosotros, que luego se retiraron con sus computadoras y discos duros completamente operativos.

En ese instante me vino a la cabeza una canción de los BEP llamada I Gotta Feeling, y creo que tuve la misma sensación que tuvo Neo cuando llegó al origen de la Matrix. Pensé que si no tenían la placa lógica de repuesto para el disco duro, al menos ellos serían capaces de reparar el circuito dañado, y eso que yo no creía que se pudiera cambiar uno de esos diminutos microchips que tienen decenas de pequeñísimas patitas. Estos generalmente son soldados con máquinas especiales y de alta precisión, y dicha tecnología no se encuentra en el Perú. Sin embargo quedé asombrado cuando pude ver allí mismo cómo cambiaban los microchips de placas madre y discos duros, con un ingenio que caracteriza a los peruanos. De aquellos que logran hacer maravillas con los pocos recursos que tienen. No voy a contarte cómo es que lo hacían, ya que sería como publicar sus secretos. Sin embargo, el trabajo lo realizan justo frente a tus ojos y allí puedes darte cuenta de lo ingeniosos que son.

William estuvo trabajando casi como una hora en nuestro disco duro. El problema estaba complicado, se requería un microchip idéntico al que se quemó, así que necesitaba algo más de tiempo para poder reparar el circuito. Como estaban bastante ocupados con los clientes, decidimos dejarles el disco duro y regresar el lunes esperando buenas noticias. Ya que consideramos que es más confiable cuando tratas con la misma persona que va a reparar el problema y no con intermediarios. Además que se nota que los chicos son bastante honestos y hábiles en lo que hacen. Así que nos retiramos de Paruro con la esperanza de que puedan reparar el disco duro.

Mi esposa contestó el teléfono el lunes por la mañana, era William quien le estaba dando la buena noticia de que el disco duro ya estaba reparado. A ella le alegró mucho la noticia ya que podría recuperar el archivo del trabajo que tenía que entregar ese mismo día y a mi también, ya que no pensaba que tal problema pudiera ser resuelto.

Nuestro disco duro que se había prendido cual velita misionera, aparentemente muerto, volvió a la vida gracias a los chicos de Kiputron. Aquel servicio de reparación de disco duro sólo nos costó S/.45.00 más o menos el equivalente a $16.00 al tipo de cambio de la fecha, pero obviamente todo depende de la gravedad de tu problema. Además William nos comentó que todavía no se gradúan de Hogwarts (Escuela de Magos de la Saga de Harry Potter), así que todavía no cuentan con poderes de mago y no todos los problemas pueden ser resueltos. Aunque en nuestro caso pudieron reparar algo que sinceramente daba por perdido, así que definitivamente por experiencia propia los recomiendo.

 

Los Integrantes de Kiputron

Kiputron es dirigido por el Ingeniero Agustín Ninaquispe Flores, él fue quien nos atendió primero y nos mandó al taller en donde se encontraban:

  • William: Especialista en reparación de Hard Disk Drives y Mainboards
  • Juan Manuel: Especialista en software y hardware
  • Edwin: Especialista en software y hardware
  • Alejandro: Especialista en reparación de fuentes de poder

Este gran equipo de talentosos peruanos los encuentras en:

  • Jirón Prolongación Leticia N° 1043, que queda a media cuadra de la Facultad de Medicina de San Marcos.

Ellos atienden de Lunes a Sábado de 10:00am hasta las 08:00pm.

Sus teléfonos son: 347-0535, Nextel 824*7918, Cel 998-247-918.

Así que si en algún momento tienes problemas con tu disco duro, placa madre, fuentes de poder o cualquier otro problema que pueda tener tu computadora y no puedas resolverlo, te recomiendo que los llames o les des una visita.